Está es manera de pedir disculpas por haber sido un fantasma por aquí y seguramente aún durará un poco esto... Lo siento. Justamente por eso y porque Cazadores de Sombras es mi saga favorita, he decidido traducir el primer capítulo de la nueva trilogía The Dark Artifices.
He estado mucho tiempo traduciendo porque quería quedará bien. ¡Y ahora sin más demora aquí tenéis el primer capítulo en español de Lady Midnight!
Todo el contenido pertenece a Cassandra Clare, la autora, lo único que he hecho ha sido traducirlo para que las personas que les cueste más el inglés puedan disfrutarlo también.
1
Un sepulcro en este reino
“Simplemente no está funcionando,” dijo
Emma. “La relación, quiero decir.”
Ruidos desconsolados se escuchaban al
otro lado del teléfono. Emma apenas podía descifrarlos – la cobertura no era
particularmente buena en el tejado de Sepulchre
Bar. Se paseó por el borde del tejado, mirando a bajo, al patio central.
Los árboles jacaranda tenían a su alrededor luces eléctricas y las mesas y
sillas ultramodernas y elegantes estaban dispuestas en el jardín. Hombres y
mujeres jóvenes, también ultramodernos y elegantes estaban presentes, en sus
manos tenían copas de vino brillando como burbujas claras de rojo, blanco y
rosa. Alguien había alquilado el lugar para una fiesta privada: Un cartel de
cumpleaños de lentejuelas colgaba entre dos árboles, y los camareros se abrían
paso entre la multitud, llevando bandejas con aperitivos.
Había algo en esa escena glamorosa que
hacía querer a Emma destruirla, pateando algunas tejas o haciendo un salto
mortal hacia la multitud. La Clave la encerraría por un largo tiempo por este
tipo de comportamiento. Los mundanos nunca debían ver a los cazadores de sombras.
Aunque si Emma bajaba al patio, ninguno de los asistentes la vería. Estaba
cubierta con las runas de glamur, hechas por Cristina, la hacían invisible a
cualquier persona si esta no tenía la visión.
Emma suspiró y se coloco de vuelta el
teléfono en la oreja. “Muy bien, nuestra relación,” dijo ella. “Nuestra
relación no está funcionando”.
“Emma,” Cristina silbó ruidosamente
detrás de ella. Emma se giró, sus botas estaban equilibras en el borde del
tejado. Cristina estaba sentada en la pendiente de guijarros detrás de ella,
puliendo un cuchillo con una tela de color azul pálido. La tela hacía juego con
las bandas que sujetaban su cabello oscuro. Todo a lo que se refería Cristina
era ordenado y elegante – ella se las arreglo para lucir lo más profesional en
su traje de combate negro, la mayoría no podía hacerlo. Su medallón de oro, de
la buena suerte brillaba en el hueco de su garganta y el anillo de su familia,
con un patrón de rosas de la familia Rosales, relucía en su mano mientras
colocaba el cuchillo envuelto en la tela a su lado. “Emma, recuerda. Usa tu yo para las declaraciones.”
Cameron seguía gimoteando al otro lado
del teléfono, acerca de reunirse para hablar, Emma sabía que no serviría para
nada. Se concentró en la escena de abajo – ¿Había una sombra deslizándose entre
la multitud o se lo estaba imaginando? Tal vez era una ilusión. Johnny Rook por
lo general era fiable, y parecía muy seguro acerca de esta noche, pero Emma
odiaba prepararse y estar llena de anticipación solo para descubrir que no
habría ninguna lucha para desahogarse.
“Esto es acerca de mi, no de ti,” le dijo
al teléfono. Cristina levantó su dedo pulgar, alentándola. “Estoy harta de ti.”
Ella sonrió abiertamente mientras Cristina se cubría la cara con las manos.
“¿Así que tal vez podríamos quedar como amigos?”
Hubo un clic cuando Cameron colgó. Emma
metió en el teléfono en el cinturón y examinó de nuevo la multitud. Nada.
Molesta, trepo la pendiente del tejado para sentarse al lado de Cristina.
“Bueno, esto podría haber ido mejor,” dijo ella.
“¿En serio?” Cristina retiro las manos de
su cara. “¿Qué pasó?”
“No lo sé.” Emma suspiró y alcanzó su
estela, el instrumento hecho de adamas utilizado por los cazadores de sombras
para dibujar las runas en la piel, para poder protegerse. El mango tallado de
hueso de demonio fue un regalo de Jace Herondale, el primer amor de Emma. La
mayoría de cazadores de sombras tuvieron muchas estelas como los mundanos
también lo hacían con los lápices, pero esta era especial para Emma por eso la
guardaba cuidadosamente al igual que su espada. “Siempre pasa. Todo está bien
y, entonces me despierto una mañana y solo el sonido de su voz me pone
enferma.” Miro a Cristina con culpabilidad. “Lo he intentado,” añadió. “¡Espere
semanas! Tenía la esperanza de que mejorase. Pero no fue así.”
Cristina acarició su brazo. “Lo sé, cuata,” dijo ella. “Simplemente no eres
muy buena teniendo…”
“¿Tacto?” sugirió Emma. El inglés de Cristina
estaba casi sin acento, y Emma a menudo olvidaba que no era su lengua materna.
Por otra parte, Cristina hablaba siete idiomas, aunque su idioma nativo era el
español. Emma hablaba inglés y algo de español, griego y latín, podía leer tres
idiomas de los demonios, y jurar en
cinco.
“Iba a decir que no eres muy buena en las
relaciones,” dijo Cristina. Sus ojos marrones oscuros brillaban. “Solo he
estado aquí dos meses y se te han olvidado las tres citas con Cameron, su
cumpleaños y ahora lo dejaste porque era una noche tranquila de patrullaje.”
“Él siempre quería jugar a los videojuegos,” dijo Emma. “Odio los
videojuegos.”
“Nadie es perfecto, Emma.”
“Pero algunas personas están hechas el
uno por el otro ¿No crees que eso verdadero?”
Una expresión extraña cruzo el rostro de
Cristina, desapareció tan rápido que Emma pensó que se lo había imaginado. A
veces Emma debía recordarse que por muy cercana que se sintiera con Cristina,
no la conocía – no la conocía como conocía a Jules, como cuando conocías a
alguien desde pequeños. Que le pudo haber pasado a Cristina en México – que la
había enviado a Los Ángeles lejos de su familia y amigos – era algo que nunca
se lo había comentado a Emma.
“Bueno,” dijo Cristina, “al menos eres lo
suficientemente inteligente para traerme como apoyo moral para superar este momento
difícil.”
Emma empujó a Cristina con su estela. “Yo
no estaba pensando dejar a Cameron. Nosotras estábamos aquí, y él llamó, y su
cara apareció en mi teléfono – bueno, en realidad salía la foto de una llama,
ya que no tengo ninguna foto de él, así que use la foto de la llama – y la
llama me enfado, simplemente no pude evitarlo.”
“Mal momento para ser una llama.”
“¿En realidad hay un buen momento para
eso?” Emma dio la vuelta a la estela y empezó a dibujarse la runa de Sure-footedness
sobre su brazo. Ella estaba orgullosa de tener un buen equilibrio sin las
runas, pero al estar encima de un tejado era mejor asegurarse.
Pensó en Julian, estaba muy lejos, en
Inglaterra, sintió un pinchazo en el corazón. Él estaría satisfecho con ella,
al ser cuidadosa. Habría dicho algo gracioso, cariñoso y autocritico. Lo echaba
de menos terriblemente, suponía que sentía eso porque era su parabatai, unidos por la magia y también
por la amistad.
Ella echaba de menos a todos los
Blackthorns. Emma creció jugando con Julian, sus hermanas y hermanos, vivía con
ellos desde que tenía doce años – desde que ella perdió sus padres, y Julian,
cuya madre ya había muerto, había perdido a su padre. Había pasado de ser hija
única a estar con una familia numerosa, ruidosa y cariñosa. La convivencia no
siempre había sido fácil, pero Emma los adoraba, desde a la tímida Drusilla
hasta Tiberius, que amaba las historias de detectives. Se habían ido al
comienzo del verano para visitar a su tía abuela en Sussex – la familia
Blackthorn era de origen británico. Julian le había explicado que Marjorie
estaba cerca de tener un centenar de años y podría morir en cualquier momento;
tuvieron que visitarla. Era una exigencia moral.
Habían pasado dos meses desde que se
habían ido, todos ellos, excepto su tío, el director del Instituto. Emma había
sufrido un shock grave. El Instituto había pasado de tener mucho ruido a estar
en silencio. Lo peor de todo había sido cuando Julian se había ido, Emma sentía
un malestar constante, un dolor en el pecho.
Salir con Cameron no la había ayudado,
pero la llegada de Cristina si lo había hecho. Era costumbre que los cazadores
de sombras que tenían dieciocho años visitarán Institutos extranjeros y
aprendieran sus costumbres. Cristina había llegado a Los Ángeles desde la
Ciudad de México – no había nada de extraño en eso, pero se sentía como si ella
estuviera huyendo de algo. Emma por su
parte estaba huyendo de la soledad. Ella y Emma y habían corrido directamente
la una a la otra, y se hicieron mejores amigas, más rápido de lo que hubiera
creído posible Emma.
“Diana estará contenta de que dejases a
Cameron, al menos,” dijo Cristina. “No pienso que le gustase.”
Diana Wrayburn fue la tutora de la
familia Blackthorn. Ella era extremadamente inteligente, extremadamente severa
y extremadamente aburrida para hacer que Emma se durmiese en medio de la clase,
porque la noche anterior había salido fuera.
“Diana piensa que todas las relaciones son
una distracción para el estudio,” dijo Emma. “¿Por qué tener citas cuando
puedes aprender una lengua demoníaca? Ya sabes ¿Quién no quiere saber decir
«Ven aquí conmigo» en Purgatic?”
Cristina se rió. “Suenas igual que Jamie.
Él odia estudiar.” Emma presto atención: Cristina raramente hablaba de sus
amigos o de su familia de la Ciudad de México que había dejado atrás. Ella
sabía que el tío de Cristina había dirigido el Instituto de México hasta que
murió en la Guerra Oscura y su madre entonces, tomó el control. También sabía
que su padre había muerto cuando ella era pequeña. Pero no sabía más. “Pero no
Diego. Él lo amaba. Hacía trabajos extras por diversión.”
“¿Diego? ¿El chico perfecto? ¿Él único
que tu madre quiere?” Emma deslizó la estela por su piel, la runa Farsight tomaba forma en su antebrazo.
Las mangas del traje eran esta el codo, la piel estaba marcada por runas de
hacía tiempo.
Cristina se acerca y cogió la estela de
Emma. “Aquí. Déjame hacer esto.” Continúo dibujando la runa. Cristina tenía
destreza al dibujar las runas, eran cuidadosas
y precisas. “No quiero hablar de Diego el Perfecto,” dijo Cristina. “Mi madre
ya habla suficiente de él ¿Puedo preguntarte una cosa?”
Emma asintió. La presión de la estela en
su piel era familiar, casi agradable.
“Sé que querías venir aquí porque Johnny
Rook dijo que se habían encontrado cuerpos con escrituras en ellos, y él piensa que uno aparecerá aquí, esta
noche.”
“Correcto.”
“Y se qué esperas que las escrituras sean
las mismas que habían en los cuerpos de tus padres.”
Emma se tensó. No pudo evitarlo.
Cualquier mención del asesinato de sus padres dolía como si hubiera pasado
ayer. Incluso cuando la persona que preguntaba era la amable Cristina. “Sí.”
“La Clave dijo que Sebastian Morgenstern
asesinó a tus padres,” dijo Cristina. “Eso es lo que me dijo Diana. Eso es lo
que ellos creen. Pero tú no lo haces.”
La Clave. Emma miró la noche que hacía en
Los Ángeles, una brillante explosión de electricidad que se extendía en el
horizonte, eran filas y filas de vallas publicitarias que se alineaban en
Sunset Boulevard. Había sido una palabra inofensiva «Clave», cuando la aprendió
por primera vez. La Clave era simplemente el gobierno de los nefilims,
compuesta por cazadores de sombras activos y mayores de dieciocho años.
En la teoría cada cazador de sombras tenía
un voto y una voz igual. Pero en la hora de la verdad, algunos cazadores de
sombras eran más influyentes que otros: Al igual que cualquier partido
político, la Clave tiene su corrupción y sus prejuicios. Para los nefilims esto
quería decir que había un código de honor escrito y unas reglas que todos los
cazadores de sombras tenían que respetar y si no era así, tenían que afrontar
las graves consecuencias.
La Clave tenía un lema: La ley es dura,
pero es la ley. Cada cazador de sombra sabía lo que significaba. Las reglas de
la Ley de la Clave debían acatarse sin importar lo difícil o doloroso que
pudiese ser. La ley anula todo lo demás – la necesidad personal, el dolor, la
pérdida, la injusticia, la traición. Cuando la Clave le dijo a Emma que tenía
que aceptar que sus padres habían sido asesinados en la Guerra Oscura, ella
debía asumirlo.
Pero no lo hizo.
“No,” dijo Emma lentamente. “No lo creo.”
Cristina se sentó, inmóvil, con la estela
en la mano, la runa estaba sin terminar. Las adamas brillaban a la luz de la
luna. “¿Podrías decirme por qué?”
“Sebastian Morgenstern estaba creando un
ejército,” dijo Emma, todavía mirando el mar de luces. “Tomó a cazadores de
sombras y los convirtió en monstruos para que le sirvieran. Él no marcó ningún
cuerpo con escrituras de demonio y luego los arrojó al mar. Cuando los nefilims
trataron de recoger los cuerpos de mis padres, se disolvieron. Esto no le paso
a ninguna víctima de Sebastian.” Ella movió el dedo a lo largo de una teja. “Y
– es un presentimiento. No es solo un presentimiento pasajero. Es algo que
siempre he creído. Creo que cada día más. Creo también que las muertes de mis
padres fueron diferentes. Usaron
a Sebastian para encubrir el caso de mis padres.” Se interrumpió con un
suspiro. “Lo siento, estoy divagando. Esto probablemente no sea nada. Así que
no te preocupes.”
“Estoy preocupada por ti,” dijo Cristina,
volvió a colocar la estela y termino la runa si decir nada más. Era algo que le
gustaba de Cristina desde el momento en que la había conocido – nunca
presionaba.
Emma echó un vistazo al trabajo que había
realizado, mientras Cristina se sentaba. La runa Farsight era clara y limpia en el brazo de Emma. “La única persona
que sé que dibuja las runas mejores que tú es Julian,” dijo ella. “Pero él es
un artista –”
“Julian, Julian, Julian,” Cristina
repitió con voz burlona. “Julian es pintor, Julian es un genio, Julian sabrá
cómo solucionar este problema, Julian podría construir esto. Sabes, las siete
semanas pasadas he escuchado un montón de cosas maravillosas de él, estoy
empezando a preocuparme si cuando lo vaya a conocer me enamoraré de él
inmediatamente.”
Emma sacudió sus manos arenosas
cuidadosamente por sus piernas. Se sintió inquieta, con una picazón y tensa. No
era nada importante, se dijo. Sentía como si quisiera salir de su piel. “No
creo que él sea tu tipo,” dijo ella. “Pero es mi parabatai, así que no soy objetiva.”
Cristina le devolvió la estela a Emma.
“Siempre he querido un parabatai,”
dijo con cierta melancolía. “Alguien que ha jurado protegerme y vigilar mi
espalda. Un mejor amigo para siempre, para toda la vida.”
Un
mejor amigo para siempre, para toda la vida. Cuando los padres de Emma murieron, ella luchó por quedarse
con los Blackthorns. En parte porque había perdido a todos sus familiares, y no
quería empezar de nuevo y la otra parte era porque quería quedarse en Los
Ángeles para investigar la muerte de sus padres.
Podría haber sido una situación incómoda,
al ser la única Carstairs viviendo con los Blackthorns. Pero nunca lo fue,
porque tenía a Jules. Ser parabatai era
mucho más que una amistad, mucho más que tener una familia, era un vínculo que
los unía, con fuerza, la manera en que los cazadores de sombras se respetaban y
reconocían, era la misma unión entre un esposo y una esposa.
Nadie podía separar a los parabatai. Nadie se atrevería a
intentarlo: los parabatai eran más
fuertes juntos. Luchan juntos como si se leyeran la mente mutuamente. Una runa
dibujada por tu parabatai era diez
veces más poderosa que una runa dibujada por alguien más. Con frecuencia, las
cenizas de los parabatai se
enterraban en la misma tumba para que así nunca se separaran, incluso después
de la muerte.
No todos tenían un parabatai; de hecho, era raro. Era un compromiso de por vida.
Jurabas permanecer al lado de la otra persona, protegerlo, ir a donde él fuera,
considerar su familia tu familia. Las palabras del juramente eran de la Biblia:
A donde tú vayas, yo iré; tu gente será
mi gente; donde tú mueras yo moriré, y allí seré sepultado.
Si había una traducción para esta palabra en el inglés mundano, Emma
pensó que podría ser «alma gemela.» Una alma gemela platónica. No se permitía
una relación amorosa con tu parabatai. Como
otras cosas, esta era ilegal. Emma nunca había sabido porque – no tenía ningún
sentido – pero muchas leyes no las tenían. No había ninguna razón para que la
Clave exiliaría y abandonará a los medios hermanos de Julian, Helen y Mark,
solo porque su madre fuera un hada. Pero esto había pasado cuando habían creado
la Paz Fría.
Emma se puso de pie, deslizó su estela en
el cinturón de armas. “Bueno, los Blackthorns regresan pasado mañana. Así que conocerás
a Jules.” Ella se movió hacía al borde del tejado, se oyó las botas
deslizándose por las tejas, eso quería decir que Cristina estaba detrás de
ella. “¿Ves algo?”
“Tal vez no hay nada que hacer.” Cristina
se encogió de hombros. “Quizás es sólo una fiesta.”
“Johnny Rook estaba seguro,” murmuró
Emma.
“¿No te prohibió Diana específicamente verlo?”
“Me dijo que debía dejar de verlo,”
admitió Emma. “Incluso podría haberle llamado «un criminal que comete un crimen,»
cosa que me parece bastante dura, pero ella no dijo que no podía ir al Mercado
de la Sombra.”
“Porque todo el mundo sabe que los
cazadores de sombras no deben ir al Mercado de la Sombra.”
Emma hizo caso omiso. “Sólo me encontré
con Rook, en el Mercado, él dejo caer cierta información mientras hablábamos y
yo accidentalmente deje caer algunas monedas ¿A eso se le puede llamar «pagar
para obtener información»? Solamente somos dos amigos, uno descuidado al hablar
de chismes y otra descuidada con su dinero.”
“Ese no el espíritu de la Ley, Emma
¿Recuerdas? La Ley es dura, pero es la
ley.”
“Pensaba que era «la Ley es molesta, pero
también es flexible.»”
“Ese no es el lema. Y Diana va a
matarte.”
“No si resolvemos los asesinatos. Los
fines justifican los medios. Y si no pasa nada, ella nunca debería saberlo
¿Verdad?”
Cristina no dijo nada.
“¿Verdad…?” dijo Emma.
Cristina tomó aire. “¿Lo ves?” señalo
ella.
Emma lo vio. Vio al hombre alto, guapo y
de pelo liso, tenía la piel pálida y ropa cuidadosamente arreglada, se movía
entre la multitud. Mientras caminaba,
hombres y mujeres se giraban a verlo, con caras fascinadas y flojas.
“Hay un glamur en él,” dijo Cristina.
Emma levantó una ceja. El glamur era una ilusión mágica, usada por los
subterráneos para esconderse de los mundanos. Los cazadores de sombras tienen
acceso a las marcas, que tienen el mismo efecto, aunque no lo consideraban
magia. La magia era el negocio de los brujos; las runas eran unos dones dados
por el Ángel. “La cuestión es, ¿vampiro o hada?”
Emma vaciló. El hombre se acercó a una
mujer joven que llevaba unos tacones altísimos y una copa de champan en la
mano. La cara de ella era delicada y blanca. Asintió agradablemente, alzó los
brazos y se quito el collar de oro que llevaba. Lo dejó caer en la mano
extendida del hombre, una sonrisa se deslizó cuando se lo guardo en el
bolsillo.
“Hada,” dijo Emma, alcanzando el cinturón
de armas. Las hadas complicaban la situación. De acuerdo con la Ley de la Paz
Fría, un cazador de sombras menor de edad no debía tener contacto con las
hadas. Las hadas estaban fueran del límite, eran los marginados entre los
subterráneos, desde la Paz Fría, se les habían quitado sus derechos, sus
ejércitos y sus posesiones. Sus tierras más antiguas ya no se consideraban
suyas, y ahora los subterráneos se peleaban para reclamarlas. Tratar de calmar
estas batallas mantenía ocupados a los adultos del Instituto de Los Ángeles. La
edad de Emma no le permitía tratar directamente con las hadas.
En teoría.
La
Ley es molesta, pero también es flexible. Emma sacó una pequeña bolsa, atada en la parte superior de
su cinturón. Ella comenzó a abrirla mientras el hada se alejaba de la mujer,
sonriendo a un hombre delgado que vestía una chaqueta negra, voluntariamente
este, entrego sus gemelos brillantes. El hada estaba de pie casi por debajo de
Cristina y Emma. “Los vampiros no se preocupan por el oro, pero los seres
mágicos rinden homenaje a sus reyes y
reinas con oro, gemas y otros tesoros.”
“He oído que la Corte Unseelie les rinde
homenaje con sangre,” dijo Cristina seriamente.
“No esta noche,” dijo Emma, agito la
bolsa que tenía en la mano y vertió el contenido encima de la cabeza del hada.
Cristina jadeó de horror mientras el hada
emitía un grito ronco, su glamur estaba desapareciendo como si él fuera una
serpiente mudando la piel.
Un coro de chillidos se formó en la
multitud, cuando la verdadera apariencia del hada fue revelada. Los cuernos
retorcidos crecían en su cabeza como si fueran ramas, su piel era verde oscuro
como el musgo y el moho, agrietado por todas partes como la corteza de un
árbol. Sus manos eran garras en forma de espátula, tenía tres dedos.
“Emma,” advirtió Cristina. “Debemos
detener esto ahora – llama a los Hermanos Silenciosos –”
Pero Emma ya había saltado.
Por un momento sentía como si no pesara
nada mientras iba cayendo. Entonces sus pies golpearon el suelo, cayó con las
rodillas dobladas, como le habían enseñado. Recordó como las primeras veces que
había saltado desde grandes alturas, escuchaba el chasquido mientras caía con
torpeza, tenía que pasar un tiempo para sanar y así volver a intentarlo.
Ahora ya no. Emma se enderezo delante del
hada y la multitud que huía. Su desagrado relucía en su cara que se asemejaba a
la corteza, tenía los ojos amarillos como los de un gato. “Cazadora de sombras”
siseo él.
Los invitados seguían huyendo del patio
para llegar a las puertas, que los conducirían al aparcamiento. Ninguno de
ellos podían ver a Emma, pero sus instintos los controlaban, pasaban alrededor
de ella, como el agua que rodeaba los pilares de los puentes.
Emma estiro el brazo detrás de su hombro
y cerro la mano en la empuñadura de su espada, Cortana. La hoja de oro se
difumino por el movimiento, ahora estaba apuntando al hada. “No,” dijo ella.
“Soy una candygram. Esto es mi
disfraz.”
El hada lucía desconcertado.
Emma suspiró. “Es tan difícil ser
insolente con los seres mágicos. Tu
gente nunca coge las bromas.”
“Somos conocidos por nuestros chistes,
bromas y baladas,” dijo el hada, claramente ofendido. “Algunas de nuestras
baladas duran semanas.”
“No tengo tiempo para eso,” dijo Emma.
“Soy una cazadora de sombras. Sarcasmo rápido, morir joven.” Movió la punta de
Cortana con impaciencia. “Ahora, vacía tus bolsillos.”
“No he hecho nada para romper la Paz
Fría,” dijo el hada.
“Técnicamente
cierto, pero nosotros no vemos con buenos ojos robar a los mundanos,” dijo
Emma. “Vacía tus bolsillos o voy a romperte uno de tus cuernos y te lo voy
meter por donde nunca sale el sol.”
El
hada parecía desconcertado. “¿Qué lugar es ese? ¿Es un acertijo?”
Emma dio un suspiro frustrada y levantó a
Cortana. “Vacíalos o empezaré a despellejarte. Mi novio y yo hemos roto, y no
estoy de muy buen humor.”
El hada empezó a vaciar sus bolsillos,
mirándola todo el tiempo. “Así que estás soltera,” dijo él. “Nunca lo hubiera
adivinado.”
Un jadeo se escuchó desde arriba. “Eso es
grosero,” dijo Cristina, inclinada desde el borde del tejado.
“Gracias, Cristina,” dijo Emma. “Eso fue
un golpe bajo. Y para tu información, chico hada, yo he roto con él.”
El hada se encogió de hombros. Era un
encogimiento de hombros bastante expresivo, transmitía las varias formas de lo
poco que le importaba eso.
“Aún no sé porque rompiste con él,” dijo
Cristina. “Era simpático.”
Emma puso los ojos en blanco. El hada
seguía sacando cosas – pendientes, carteras de cuero caras, anillos de
diamantes que caían al suelo reluciendo. Emma se preparó. En realidad no le
importaban las joyas o lo que hubiese robado. Ella buscaba armas, libros de
hechizos, cualquier señal de magia negra que pudiese asociar con las marcas de
sus padres. “Los Ashdowns y los
Carstairs no se llevan bien,” dijo ella. “Es un hecho conocido.”
El hada se quedó quieto. “Carstairs,”
escupió, sus ojos amarillos se centraron en Emma. “¿Eres tu Emma Carstairs?”
Emma parpadeó, confundida. Levantó la
vista. Cristina había desaparecido del borde del tejado. “Realmente no creo que
nos conozcamos. Recordaría haber hablado con un árbol.”
“¿De verdad?” Las manos de espátula se
movieron alrededor del hada. “Esperaba un trato más cortés ¿O es que tú y tus
amigos del Instituto habéis olvidado rápidamente a Mark Blackthorn?”
“¿Mark?” Emma se congeló, incapaz de
controlarse. En ese momento, algo brillante se precipitó en su cara. El hada le
había lanzado un collar de diamantes. Se agachó, pero el filo del colgante le
alcanzo la mejilla. Sentía un dolor punzante y la calidez de la sangre.
Se sentó de golpe, pero el hada ya se
había ido. Juró, limpiando la sangre. “¡Emma!” era Cristina, quién había estado
en el tejado y ahora estaba en una puerta de barrotes de la pared. Una salida
de emergencia. “¡Pasó por aquí!”
Emma corrió hacia ella y juntas abrieron
la puerta de una patada, la puerta cayó en el callejón de detrás del bar.
Estaba muy oscuro; alguien había roto las luces. Empujó los contenedores de la
basura contra la pared, apestaban a comida podrida y a alcohol. Emma sentía
como la runa Farsight se consumía, al
final del callejón vio al hada girando a la izquierda.
Salió detrás de él, con Cristina a su
lado. Había pasado mucho tiempo corriendo con Julian que tenía cierta
dificultad para ajustarse al ritmo de otra persona; siguió corriendo sin
detenerse. El hada era muy rápido, muchísimo. Ella y Cristina doblaron la
esquina, el callejón se estrechaba. El hada había empujado dos contenedores
para bloquearles el camino. Emma saltó hacia arriba, encima de los contenedores
y los usó para impulsarse, las botas sonaron contra el metal.
Cayó hacía delante y aterrizó sobre algo
blando. Tela rasguñada por unas uñas. Ropa. Ropa encima de un cuerpo humano.
Ropa húmeda. El hedor de agua del mar en putrefacción estaba en todas partes.
Miro hacia abajo, al rostro muerto e hinchado.
Emma se aguantó el grito. Un momento
después se escuchó un sonido metálico y Cristina se dejo caer a su lado. Emma
escuchó a su amiga soltar una exclamación en español. Entonces Cristina la
rodeo con los brazos, alejándola del cuerpo. Ella aterrizó encima del asfalto
con torpeza, sin poder dejar de mirar.
El cuerpo era humano sin dudar. Un hombre
de mediana edad, con hombros caídos y pelo gris llevándolo como una melena de
león. Tenía manchas negras y rojas de quemadura en su piel, las burbujas
indicaban donde estaban las peores quemaduras.
Su camisa gris estaba rasgada y abierta,
mostrando el pecho y los brazos, tenía unas runas negras, pero no eran las
runas de los cazadores de sombras, eran escrituras demoníacas.
Estas runas Emma las conocía como la
palma de su mano. Las había estado mirando obsesivamente en unas fotografías
durante cinco años. Eran las marcas que la Clave había encontrado en sus padres
asesinados.
“¿Estás bien?” preguntó Cristina. Emma
estaba apoyada en la pared del callejón – que olía a pintura de espray – de
vigas deslumbrantes, mirando el cadáver del mundano con los Hermanos
Silenciosos rodeándolo.
Lo primero que había hecho Emma al volver
en sí, había sido llamar a Diana y a los Hermanos Silenciosos. Ahora se
cuestionaba lo que había hecho. Los Hermanos Silenciosos habían llegado lo más
rápido posible y fueron a ver el cuerpo, se giraban a hablar con sus voces sin
sonido mientras registraban, examinaban y tomaban notas. Habían puesto las salvaguardas
para poder trabajar con el cuerpo antes de que llegara la policía mundana, pero
– delicadamente, con firmeza que requería un ligero uso de la fuerza telepática
– impedían que Emma viera cualquier parte del cuerpo.
“Estoy furiosa,” dijo Emma. “Tengo que
ver esas marcas. Tengo que tomar fotos de ellas. Mis padres fueron asesinados.
Eso a los Hermanos Silenciosos no les importa. Solo he conocido a un Hermano
Silencioso decente y ahora ya no lo es.”
Cristina abrió los ojos. De alguna manera
con todo esto se las había arreglado para mantener su traje limpio, parecer
fresca y tener las mejillas sonrosadas. Emma se imaginaba con el pelo
desordenado y su traje sucio del callejón, se vería como un espanto. “No pensé
que se podía dejar de serlo.”
Los Hermanos Silenciosos eran cazadores
de sombras que se habían retirado del mundo como los monjes y se dedicaban a
estudiar y a la curación. Vivían en la Ciudad Silenciosa, cavernas subterráneas
donde la mayoría de los cazadores de sombras murtos estaban enterrados. Las
terribles cicatrices que tenían en la piel, eran el resultado de aplicarse las
runas más poderosas, incluso más que las de los cazadores de sombras, pero
estas runas los hacían casi inmortales. Ellos servían como consejeros,
archiveros y sanadores – y también ejercían poder en la Espada Mortal.
Ellos realizaron la ceremonia de parabatai de Emma y Julian. También
estaban presentes en las bodas, en el nacimiento de los niños nefilims y cuando
morían. Cada evento importante de la vida de los cazadores de sombras estaba
marcado por la aparición de los Hermanos Silenciosos.
Emma pensó en el Hermano Silencioso que
le había caído bien. Lo echaba de menos, a veces.
El callejón de repente se iluminó como si
fuera de día. Parpadeando, Emma se dio la vuelta para ver una furgoneta
familiar en la entrada del callejón. La furgoneta se detuvo, con las luces
encendidas y Diana Wrayburn salió del asiento del conductor.
Cuando Diana había llegado como tutora de
los niños, en el Instituto de Los Ángeles, Emma había pensado que era la mujer
más guapa que había visto alguna vez. Era alta y elegante, con tatuaje del pez
koi plateado, destacaba en su piel oscura del pómulo. Sus ojos eran castaños
con manchas de color verdes y en este momento destellaban enfadados. Llevaba un
vestido negro hasta los tobillos, caía alrededor de su cuerpo en pliegues
elegantes. Parecía una diosa romana peligrosa de la caza.
“¡Emma! ¡Cristina!” Corrió hacia ellas.
“¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien?”
Por un momento, Emma se permitió disfrutar
del fuerte abrazo. Diana siempre había sido demasiado joven para que Emma
pensara en ella como su madre, pero si tal vez como si hermana mayor. Alguien
que la protegía. Diana la soltó y abrazo a Cristina, esta se sobresaltó. Emma
sospechaba que Cristina no recibía muchos abrazos en su casa. “¿Qué ha pasado?
¿Por qué están perforando con la mirada al Hermano Enoch?”
“Estábamos patrullando –” empezó Emma.
“Vimos a un hada robando a los humanos,”
añadió rápidamente Cristina.
“Sí, y lo detuve y le dije que vaciará
sus bolsillos –”
“¿Un hada?” Una mirada de inquietud
apareció en la cara de Diana. “Emma, sabes que no puedes enfrentarte a los
seres mágicos, incluso cuando Cristina
está contigo –”
“He luchado con hadas antes,” dijo Emma.
Y era verdad. Tanto ella como Diana habían luchado en la ciudad de los
cazadores de sombras, Alicante, cuando las fuerzas de Sebastian habían atacado.
Las calles habían estado llenas de hadas guerreras. Los adultos habían cogido a
los niños y los habían encerrado al Salón de los Acuerdos, un lugar en el que
debían de estar seguros. Pero las hadas
habían roto las cerraduras…
Diana había estado allí, atacando a
diestra a siniestra con la espalda. Salvando a docenas de niños. Emma había
sido uno de esos niños. Desde entonces había empezado a querer a Diana.
“Tengo un presentimiento,” Emma continuó,
“algo más grande y peor está por pasar. Seguí al hada cuando se fue corriendo.
Sé que no debería haberlo hecho, pero – encontré este cuerpo. Y está cubierto
con las mismas marcas que las de mis padres. Las mismas marcas, Diana.”
Diana se volvió a Cristina. “¿Podrías
dejarnos un momento a solas, Tina?”
Cristina vaciló. Pero era una invitada en
el Instituto de Los Ángeles, una joven cazadora de sombras con permiso para
estar allí, estaba obligada hacer lo que le mandará el personal directivo del
Instituto. Le dirigió una mirada a Emma y se alejó, donde el cuerpo aún yacía.
Estaba rodeada de Hermanos Silenciosos, como una bandada de pájaros pálidos en
sus túnicas de pergamino. Rociaban una especie de polvo brillante sobre las
marcas o eso parecía. Emma deseó estar más cerca para poder ver.
Diana exhaló. “Emma ¿Estás segura?”
Emma se mordió la lengua conteniendo una
réplica. Entendía porque Diana le preguntaba esto. Durante estos años había
habido tantas pistas falsas – muchas veces Emma había pensado que había
encontrado un pista o una traducción de las marcas o una historia en los
periódicos mundanos – que la habían hecho equivocar.
“Es sólo que no quiero que te hagas
ilusiones,” dijo Diana.
“Lo sé,” dijo Emma. “Pero no debo
ignorarlo. No puedo ignorarlo. Tienes que creerme. Siempre me has creído
¿Verdad?”
“¿Acerca de que Sebastian Morgenstern no
mató a tus padres? Oh, cariño, tu sabes que lo hago.” Diana acarició el hombro
de Emma ligeramente. “Es sólo que no quiero que te hagas daño, y Julian no está
aquí…”
Emma esperó a que continuara.
“Bueno, cuando Julian está aquí, no te
haces daño tan fácilmente. Los parabatai se
protegen mutuamente. Sé lo fuerte que eres, pero esto es algo que te marcó muy
profundamente cuando eras niña. Es la Emma de doce años que reacciona con algo
relacionado con tus padres, no la casi adulta Emma.” Diana se estremeció y se
toco el lado de su cabeza. “El Hermano Enoch me está llamando otra vez,” dijo
ella. Los Hermanos Silenciosos se comunicaban con los cazadores de sombras
usando la telepatía haciendo que solo les escuchará aquel con quien querían
hablar, aunque también aprendieron a proyectarlo para poder comunicarse con un
grupo. “¿Puedes volver al Instituto?”
“Puedo, pero quisiera ver el cuerpo otra
vez –”
“Los Hermanos Silenciosos dicen que no,”
dijo Diana con firmeza. “Voy a averiguar lo que pueda y lo compartiré contigo
¿De acuerdo?”
Emma asintió a regañadientes. “De
acuerdo.”
Diana se dirigió hacia los Hermanos
Silenciosos, antes se detuvo a hablar brevemente con Cristina. Mientras Emma
había ido al coche que estaba aparcado, Cristina se había unido a ella y ambas
subieron en silencio.
Emma se sentó y se quedo quieta, estaba
agotada, las llaves del coche colgaban de sus manos. En el espejo retrovisor
podía ver el callejón detrás de ella, iluminado como un estadio de béisbol por
los potentes faros del camión. Diana se movía entre los Hermanos Silencioso
vestidos con sus túnicas de color pergamino. El polvo encima del suelo era
blanco con el resplandor.
“¿Estás bien?” dijo Cristina.
Emma se volvió hacia ella. “Tienes que
decirme lo que viste,” rogó. “Has estado más cerca del cuerpo ¿Has oído decirle
a Diana algo a los Hermanos Silenciosos? ¿Son las mismas marcas?”
“No tengo que decírtelo,” dijo Cristina.
“Yo –” Emma se interrumpió. Se sentía
desgraciada. Había echado a perder todo el plan, habían perdido al criminal
hada, había perdido la oportunidad de examinar el cuerpo y probablemente había
herido los sentimientos de Cristina. “Sé que no tienes que decírmelo. Lo siento
realmente, Cristina. Nunca quise meterte en problemas. Es sólo que –”
“No he dicho eso.” Cristina buscó en el
bolsillo de su traje. “Te he dicho que no tengo que decírtelo, porque quería
decirte que te lo puedo mostrar. Aquí. Mira esto.” Le tendió el teléfono a
Emma, el corazón le saltó – Cristina pasaba foto tras foto que había tomado del
cuerpo y de los Hermanos Silenciosos, del callejón, de la sangre. Todo.
“Cristina, te quiero,” dijo Emma. “Me
casaré contigo. Quiero casarme contigo.”
Cristina se rió. “Mi madre ya escogido
con quién voy a casarme ¿Recuerdas? Imagina lo que diría si te trajera a casa.”
“¿No crees que le gustaría más que a Diego
el Perfecto?”
“Creo que podrías escucharla gritando
desde Idris.”
Idris es el país de origen de los
cazadores de sombras, donde habían sido creados, donde la Clave se había
asentado. Esta escondido en la intersección entre Francia, Alemania y Suiza,
oculta bajo hechizos para que los mundanos no la vean. La Guerra Oscura había
destrozado la capital, Alicante, todavía la estaban reconstruyendo.
Emma se rió. El alivió se expandía por su
cuerpo. Tenía algo después de todo. Una pista, como diría Tiberius, el fanático
a las novelas de detectives.
Echaba de menos a Ty de pronto, puso las
llaves en el contacto.
“¿De verdad le dijiste al hada que habías
roto con Cameron? dijo Cristina.
“Por favor, no saques el tema,” dijo
Emma. “No estoy muy orgullosa de eso.”
Cristina resopló. Era muy poco femenino.
“¿Puedes venir a mi habitación cuando
lleguemos?” preguntó Emma, encendiendo los faros. “Quiero mostrarte algo.”
Cristina frunció el ceño. ¿No es una
marca de nacimiento extraña o una verruga? ¿Verdad? Mi abuela dijo que quería mostrarme algo una vez y resulto ser una
verruga que tenía –”
“¡No es una verruga!” dijo Emma mientras
conducía, introduciéndose en el tráfico, sentía la ansiedad vibrando en sus
venas. Por lo general, se sentía agotada después de una pelea, le drenaba la
adrenalina.
Ahora, sin embargo, estaba a punto de
mostrar a Cristina algo que solo se lo había mostrado a Julian. Algo de lo que
no estaba exactamente orgullosa. No podía evitar preguntarse cómo se lo tomaría
Cristina.
¡No olvidéis comentar! Y sí has a gustado que tradujera no olvidéis ponerlo en los comentarios, si veo que a la gente le gusta iré traduciendo algunas cosas que queráis.
¡Excelente! Tengo pendiente de leer estos libros de Cassandra Clare.
ResponderEliminarNos leemos.
Saluditos.
Muchísimas gracias! Tenía mis dudas cuando empecé pero me gusta saber que ha servido de algo!:)
EliminarGraciassssss eternaaaassss<3 te amaría si tradujeras capitulo por capitulo lentamente, pero si no puedes, lo entiendo, creo que tendré que leerlo en inglés :( (lo entiendo el inglés, pero es más trabajo así) igual, el primero sabía que lo encontraría en español, así que miles de Gracias por traducirlo<3 me ahorraste un poco de lectura en inglés jaja
ResponderEliminarDa gusto cuando alguien aprecia tu trabajo:) muchas gracias:) me parece que un grupo de personas lo esta traduciendo, si quieres cuando sepa algo te digo, pero primero necesitaré saber quién eres, así que si quieres puedes ponerte en contacto por twitter :)
EliminarGracias, gracias, gracias. Realmente me encantó tu traducción, eres realmente buena, desearía que pudieras traducir el libro completo, lo he estado buscando en muchas partes pero hasta ahora no encuentro nada en español, supongo que tendré que esperar a su publicación en nuestro idioma :)
ResponderEliminarMe encanta que hayas podido disfrutarlo!:) Si te pones en contacto conmigo por twitter o instagram te avisaré de cualquier traducción que pueda salir de Lady Midnight. gracias por leerlo y opinar, me encanta saber la opinión de los demás! :)
EliminarGracias!Estuve buscando este cap. en español mucho tiempo
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo!:) te digo lo mismo que a las demás, si quieres que te diga cualquier información que sepa de la traducción de Lady Midnight, solo tienes que ponerte en contacto conmigo por instagram o twitter:)
ResponderEliminarEs posible q envie los otros capitulos quando los traduzca?
ResponderEliminarEnseguida que tenga noticias del libro traducido, informaré a todos aquellos que se hayan puesto en contacto conmigo, si quieres que te informe, solo tienes que contactarme por twitter o instagram:) espero haberte ayudado:)
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